Hace unos meses el peluquero que me había cortado el pelo los últimos quince años dejó la peluquería que hay debajo de mi casa. La noticia hizo mella en mi familia, ya no volveríamos a ser los mismos. La vida es así de dura.
Pero un día, cuando habíamos perdido toda esperanza, nos enteramos que nuestro peluquero favorito se había cambiado de "oficinas" y lo más importante, donde curraba. Hace una semana decidí sin pensarlo ir a verle y que me cortara el pelo.
No os podeís ni imaginar la cara que puso al verme... repitió mi nombre mil veces... gracias, gracias, gracias por venir a verme, no sabes no lo que significa para mí tu visita, cuando mi mujer me vea la cara de felicidad le diré que se debe a que un buen amigo ha venido a verme.
Llegué a ponerme colorado, con lo que soy yo. Pensé... este le corta las dos orejas hoy a un cliente.
La cara de mi peluquero de siempre vale más que las millones de caras largas que he visto en toda mi vida, la de mis exjefes, la de mis enemigos (que tengo muchos como buen optimista), la de alguna ex, la de los italianinis de la semana pasada, todas esas caras largas se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia, pero la cara de MI PELUQUERO permanecerá en mi memoria y en la de todos los que le queremos por SIEMPRE.
Gracias Argi!
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3 comentarios:
me ha encantado lo que cuentas, simón... ese tío es adorable! la verdad es que a veces, esos pequeños gestos sinceros, son lo mejor que hay...
Me encanta como haces una historia con esos pequeños detalles que para cualquiera pasan desapercibidos...
La magia de los pequeños detalles, di que sí. Preciosa historia.
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