jueves, 30 de abril de 2009

Las pequeñas aventuras de los libros y el dulce sabor de la sangre

He empezado a leerme LA CARRETERA de Cormac McCarthy, (la alegría de la huerta).

Mi padre me ve con un libro y sale corriendo a hacerme una foto y así dejar un recuerdo para la posteridad. Parece un hecho insólito que coja un libro, pero es que leo poco, novelas quiero decir, periódicos y revistas mucho, pero un buen libro me cuesta engancharme. Mi cerebro es totalmente digital, necesito de imágenes, si son en movimiento mejor, para estar entretenido y pasarlo bien. Incluso el teatro, con su imagen fija, me da sueño. El otro día fui a ver una obra de cincuenta minutos y los ultimos diez me sobraron.


Lo siento, necesito vidilla para seguir viviendo. Necesito salir a la calle a respirar la lluvia, a tocar la nieve y a que se me quemen los labios por el sol. No puedo quedarme en casa leyendo, no puedo. ¿Por qué voy a pasar una hoja de un libro si puedo vivir esas aventuras yo mismo?

Tic, tac, tic, tac, el tiempo se nos acaba, merece la pena cogerse la mochila y salir corriendo, no dejar pasar los días mirando la pantalla del ordenador sin decir te quiero.

Lo emocionante que es que tu chica te coja y te meta la puñalada del siglo y pasar unos minutos en el infierno... eso es mágico, por qué querría yo perderme semejante momento... me rio de la ficción, vive, disfruta de la realidad de una buena sonrisa, de una buena tarde paseando por Gran Vía y saborea el dulce calor de la sangre recorriendo tu espalda.

Aún así, gracias pequeña María, me haces sentirme vivo, gracias... frío, frío, templado, templado, caliente, caliente, te quemas, te quemas... te quemaste viejo Simón.

Marsé recibe el Cervantes con una defensa de la memoria y la imaginación

Vetusta Morla - "Un dia en el mundo"

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